La empresaria habló del lado oscuro de su matrimonio con Kanye West: "siempre sentí como si tuviera el síndrome de Estocolmo"
Aunque Kim Kardashian y Kanye West vivieron un matrimonio mediático; sin embargo, ella siempre se mostró muy discreta, evitando pronunciarse sobre su exmarido principalmente para proteger a sus hijos de cualquier conflicto.
En el estreno de la temporada 7 de The Kardashians, la empresaria de 45 años habló con franqueza sobre su vida tras su separación de Kanye West.
Kim Kardashian abrió su corazón para revelar que en su matrimonio sintió lo que definió como "síndrome de Estocolmo".
Dicho término describe una reacción psicológica en la que una víctima desarrolla sentimientos positivos hacia su captor o abusador, según la Cleveland Clinic.
"Siempre me sentí como si tuviera un poco del síndrome de Estocolmo, siempre me sentía muy mal y siempre lo protegía y siempre quería ayudarlo", confiesa.
Ella solía pensar "debería haber aguantado" o "podría haber ayudado", pero "esta fue la primera vez que no sentí esa responsabilidad personalmente", señala, refiriéndose a cuando finalmente decidió solicitar el divorcio.
La empresaria también recordó la primera vez que uno de sus cuatro hijos (North West, 12; Saint West, 9; Chicago West, 7; y Psalm West, 6) se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, un giro que para ella marcó un antes y un después.

Kim Kardashian y sus hijos Instagram
Salud y estrés
Kim Kardashian afirmó que su relación con Kanye West también tuvo consecuencias físicas, como un nuevo brote de psoriasis, una afección cutánea que provoca enrojecimiento, escamas plateadas e irritación de la piel- por sentirse "más estresada"
"Me sentí más estresada, probablemente sólo porque tenía que súper, súper proteger lo que tenía que proteger", dijo.
Además reveló que se sometió a una resonancia magnética y que los médicos detectaron un pequeño aneurisma cerebral, cuyo origen le atribuyen al estrés.
Kim Kardashian y Kanye West contrajeron matrimonio en 2014 y su divorcio se formalizó en 2022. Juntos compraron en 2014 una mansión en Hidden Hills, California, por unos 20 millones de dólares, y tras la separación Kim pagó a Kanye 23 millones para quedar como única propietaria (20 millones por la casa más 3 millones por contenido).