La psicología explica que este movimiento inconsciente puede reflejar muchas cosas, aquí te contamos.
Tocarse el pelo es uno de los gestos más comunes y, a la vez, más reveladores del lenguaje corporal. Aunque muchos lo hacen sin notarlo, la psicología explica que este movimiento puede reflejar emociones profundas.
Dentro de las emociones están el nerviosismo, atracción o inseguridad, dependiendo del contexto y la forma en que se realice. Tocarse el pelo mientras se habla puede parecer un gesto insignificante, pero para la psicología este hábito revela mucho más de lo que aparenta.
Desde nerviosismo y timidez, hasta coquetería o simple costumbre, cada movimiento del cabello puede reflejar emociones ocultas y actitudes inconscientes. Expertos en lenguaje corporal explican que este gesto, frecuente en hombres y mujeres, puede funcionar como una forma de autorregulación emocional.
Es decir, cuando alguien está nervioso, incómodo o ansioso, tiende a tocarse el pelo como un mecanismo para liberar tensión, del mismo modo que otras personas cruzan los brazos, se muerden los labios o juegan con un objeto. Cuando una persona acaricia su cabello o lo enrosca entre los dedos durante una conversación, puede estar buscando calmarse o distraerse del entorno.
Más que tocarse el pelo...
En algunos casos, también se interpreta como una señal de inseguridad o de deseo de aprobación, especialmente si el gesto se repite constantemente en situaciones sociales. Por otro lado, hay quienes utilizan este movimiento de manera inconsciente como una herramienta de seducción o coquetería.
En este contexto, tocarse el pelo puede transmitir apertura, atracción o interés hacia la otra persona, aunque siempre debe analizarse junto a otras señales corporales como la mirada, la sonrisa o la postura.
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El contexto es clave. Si alguien juega con su cabello durante una conversación monótona, podría reflejar aburrimiento o falta de atención. Pero si lo hace mientras reflexiona o piensa, puede ser una manera de concentrarse o mantener el foco mental.
También existen personas que desarrollan este hábito sin ningún trasfondo psicológico: lo hacen por costumbre o porque encuentran placer táctil en la textura del cabello. En estos casos, el gesto no tiene carga emocional relevante.